Me caigo en lo más llano.

Voy adquiriendo cualidades a lo largo de mi vida, cualidades que se van perfeccionando hasta convertirse en virtudes, defectos que a veces se acentúan y a veces se liman. Caracterísicas que voy aprendiendo de los demás, en fin lo que viene siendo que voy evolucionando. Pero esta de la que voy a hablaros hoy no es defecto ni virtud, es más bien una característica física que se mezcla con otras cosas (despistes, olvidos, etc, etc)
En los últimos meses ha aparecido en mi vida esta característica que no se muy bien como calificar, soy muy patosa, cada vez más, extremadamente patosa, vamos lo que decimos en Málaga, me caígo en lo mas llano.
Este don de la "patosidad" no es nuevo, los que me conocéis desde pequeña sabeís que raro era el año en el que no me caía de la bici para hacerme una herida con una postilla que me llevaba meses curar. O bien rodaba por una escalera jugando al pollito inglés, o me hacía un esguince cuando saltaba en el sota, caballo, rayo. Todo se complicó cuando tenía moto, un equilibrio estupendo si,  pero si no me quemaba con el tubo de escape de mi vespino New Look, pues se me caía la moto encima al quitarle la patilla, en fin, pequeños accidentes que parece que habían quedado atrás con el tema de los años, la maternidad, la madurez, vamos que tenía esta característica en el más profundo rincón de los olvidos, hasta que de pronto, hace unos meses cuando tuve un pequeño resbalón volviendo a casa, pensé que se pasaría con un poco de ibuprofeno, frio y reposo, pero no, resultó ser una fractura del hueso cuboides, lo que me hizo pasar una temporadita en pleno mes de agosto con el pie en alto y con una ansiedad brutal por el hecho de no poder moverme.
Bueno, pues pensé que todo quedaría aquí, pero no, que va, después hubo una caída pequeña en la escalera de casa cuando cambiaba una mesa de sitio, que no tuvo más repercusión que unos morados en las  piernas. Luego un tropezón con un baúl la semana pasada me hizo ir a urgencias a las 12 de la noche a ponerme puntos en pleno empeine del pie, tres puntitos de nada, con su consecuente antitetánica y estas cosas. Y hoy es cuando me he cerciorado que mi "patosidad" había vuelto a mi para quedarse, andando en pleno paso de cebra concurrido, cerca del corte inglés con mi bolso en la mano, mi mono de lunares, mi chaqueta roja, mis gafas último modelo y esa cara ideal que una pone cuando está monisima y va andando delante de la gente, en plan diva, pues te imaginas, tropezón y al suelo, patapám, mi metro setenta y ocho, mi bolso, mi mono de lunares, mis gafas y yo, al suelo. Señora amabilísima y chico fantástico ayudando a levantarme, me levanto corriendo como si no hubiera pasado nada. Ahora me duele la mano a rabiar, también un poco la pierna, sigo con los puntos de la caída anterior, pero eso si, he seguido andando hacia calle Larios como si nada hubiera pasado.
Espero, al menos, que el próximo accidente sea con menos público.

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