Sobre las cuatro

Y cada día, sin faltar ni uno sólo, le echaba de menos. Sobre las cuatro de la tarde salían de sus ojos algunas lágrimas para recordarle durante un rato la tristeza de no tenerle cerca. 
Leía libros y artículos sobre como olvidar a una persona, pero eso no hacía más que alentar las ganas que tenía de verle. 
No paso una noche en la que no soñara con él. Algunos sueños no conseguía recordarlos pero estaba ahí en su cabeza, como sí se tratara de una caja de música en la que baila una muñeca. Era el mismo mecanismo pero en vez de abrir la caja, ella sólo tenía que cerrar los ojos para verle, iba hacia él, mientras la observaba distraído, haciendo como que no le importaba y luego le daba un beso y le decía que la echaba de manos, mientras ella le miraba de arriba a abajo como sí hiciera siglos que no le veía. 
Aunque hacia casi nueve meses de su última cita juntos, le recordaba perfectamente al cerrar sus ojos. Podía ver sus manos grandes, sus ojos pequeños, sus hombros, sus brazos, el cuello, su boca que no llamaba mucho la atención, pero que ella la recordaba con deseo. Podía ver hasta sus pies, sus piernas. Esa forma de andar, podía reconocerle incluso de espaldas. 
Sólo cerraba sus ojos y le veía. Era un círculo vicioso. 
Seguía pensando en besarle.
Constantemente.
Seguía pensando en él sobre las cuatro de la tarde, mientras intentaba dormir la siesta.
Seguía intentando no pensar en él.
Y no lo conseguía. 


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