Te pasas la vida esperando

- ¿Estás seguro de que esta relación funciona?
Me preguntaste mientras metíamos las maletas dentro del tren después de un fin de semana en los Alpes.
- ¿Cómo?
te pregunté extrañado mirándote ojiplático mientras esperaba una explicación.
- Ismael, es que creo que esta relación no va a ninguna parte. Creo que no estamos hechos el uno para el otro. No se si esto funcionará.
No supe articular palabra, te había esperado durante años, esperé a que terminaras aquella relación con Gabriel, que sabía que no llegaría a ninguna parte, esperé cuando te destinaron a aquel trabajo a las afueras de Madrid; es más estuve ahí, esperando cuando llorabas por las esquinas porque no sabías que hacer con tu vida. Miré con detenimiento como te ilusionabas con amores de fin de semana, con novios de un día. Esperé pacientemente a que me llamaras cuando no tenías a nadie con quien ir a la playa. Siempre he estado esperándote, siempre te he querido, cada día que pasaba estaba más seguro de que tu eras la mujer de la que estaba enamorado. Intenté no pensar en tí o no acudir a tu llamada cuando estabas cerca, pero siempre acabé volviendo.
Y ahora, después de que me llamarás la semana pasada diciéndome que tenías que hablar conmigo, pasamos la noche en tu piso, con botellas de vino y velas, y me dijiste con lágrimas en los ojos, que yo era el hombre de tu vida y nunca te habías dado cuenta de que lo que necesitabas estaba justo a tu lado. Tu eres el hombre que necesito a mi lado, me dijiste. Me contaste que, si nunca te habías acercado a mi, fue por miedo a romper esa magia y esa amistad que nos unía, pero que hoy habías decidido cambiar eso y te tiraste a mis brazos. Después de aquella noche, de no salir de tu casa en dos días y pasar todo el fin de semana disfrutando juntos en los Alpes, junto a la chimenea, con confidencias, besos y abrazos.
Ahora me vienes a preguntar o a decir que esta relación no va a ninguna parte?

Todo esto pensé mientras bajaba las maletas del tren sin decir palabra, ni una pequeña respuesta, ni una mirada, ni una sonrisa. Cogí mis maletas y comencé a andar dejando atrás a Eva, a sus idas y venidas y mi espera.
Este era el fin. Ya no tendré que esperar más.

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