Inés

Cómo en cualquier canción de Sabina, en el último bar de la noche apareció ella, no la recordaba tan guapa, ni tan rubia, pero era ella, sonriente y estupenda, como si no hubieran pasado los años, sólo que ahora se pintaba los labios de rojo.
Ella se pidió una copa mientras cantaba en la barra la canción que sonaba, como si se le fuera la vida en ello. Después volvió con su grupos de amigos.
El bar estaba repleto, pero desde su posición era como si ella estuviera iluminada, se distinguía entre todas las demás, aunque intentaba no mirarla no podía evitarlo, los ojos se le iban detrás de su camisa azul. Estaba hablando con sus amigos pero en su cabeza iban y venían imágenes del tiempo que pasaron juntos. Cómo pudo dejarla escapar...
Ella fue al baño y entonces el decidió saludarla, ahora estaba sola, pero no pudo, sus pies estaban clavados en el suelo, tan decidido como era para todo y con ella, seguía sintiendo ese miedo que le paralizaba.
Pero al salir del baño sus miradas se cruzaron y ella corrió hacia él como si el tiempo no hubiera pasado, con la misma cara de ilusión y la misma sonrisa; un abrazo corto, un par de besos y muchas preguntas que Inés le hacía mientras el titubeaba: - bien, - si, - igual. Ella le dijo que le veía genial, que se acordó de él cuando comió en el restaurante al que iban los fines de semana, le encantaba volver a verle después de tanto tiempo; Pero Miguel, sólo pudo decir un par de frases ocurrentes y ella se volvió a marchar. No fue capaz de decirle cuanto la había echado de menos, que se acordaba mucho de ella y escribía cartas para recuperarla o que se había arrepentido mucho de la decisión que tomó aquel día y le gustaría tomar un café para contarle muchas cosas.
La había vuelto a perder sin luchar un minuto.
Sin ni siquiera intentarlo.
Ahora Miguel seguiría recordándola en cada canción pero seguía sin tenerla, ni cómo amiga, ni como amante, simplemente parecía que pasaría la vida buscándola en otro bar.