Timotea

Mi abuela tenía uno de los nombres más feos del mundo, se llamaba Timotea. Y claro, con ese nombre, tenía que ser una mujer de carácter, de carácter fuerte, se entiende. Cabezota, divertida, resuelta, risueña y divertida. Era un personaje que no pasó a los anales de la historia porque no tuvo educación que la acompañara, no sabía leer, ni escribir, pero llevaba bien atados todos los asuntos de su hogar y su familia, cosa que no era normal en las mujeres de la época, vivió los años de guerra y transición y ni siquiera eso la achantó, la Sra Timotea no se asustaba ante nadie, siempre tuvo la mejor casa del pueblo, o por lo menos la que ella consideraba la mejor posicionada; desde su ventana controlaba las idas y venidas de los convecinos de la villa de Tibi, pueblo al que adoraba y al que llamaba el París Pequeño, según ella era como cualquier capital, pero en pequeñito, tenia de todo. Nos contagió su entusiasmo por las personas desconocidas, siempre traía gente nueva a casa, cualquier señor o señora que se encontraba por la calle le traía a casa a merendar o a tomar un café, las puertas de su casa estaban abiertas para todos. Tenía muchísimos amigos, le gustaba el baile y el cante y se apuntaba a un bombardeo, pero, ay de ti sí le no le caías en gracia, podía hacerte la vida imposible. Inventaba tejemanejes de todo el que le caía mal, hablaba mal de ellos hasta límites insospechados, inventaba desventuras de todo tipo, tenía amigos que de ser inseparables, se convertían en "enviados del diablo", literalmente, y a los que te aconsejaba, por decirlo suavemente que no le volvieras a hablar en tu vida. Acusaba de robos inverosímiles, como zapatillas de andar por casa o tijeras de costura, a cualquiera al que le tenía manía.
Marcó mucho mi vida, como toda buena abuela y la quería muchísimo aunque me daba unos consejos rarísimos, que yo en plena adolescencia no sabía muy bien como enfocar: "Nena, tu haz lo que quieras, no desperdicies tu vida"  "Nena, no te cases, eso es un atraso, tú a servir a tus padres y toda la vida viviendo con ellos" "Nena, no tengas hijos que te sacarán hasta los ojos" y estas frases que no te esperas de una abuela de familia tradicional, de pueblo, con tres hijos y viuda. Era un caso.
Timotea hacía todo lo le que venía en gana, pero así tal como suena, lo-que-le-venía-en-gana. No entendía de ataduras sociales ni de formas correctas. comía cuando quería, se levantaba tarde, salía de paseo a horas extrañas. No quería vivir con nosotros, porque aunque nos adoraba, no estaba dispuesta a pasar por las normas que implica vivir en familia, era un alma libre.
Cuando todas las abuelitas del pueblo vestían de luto riguroso por la muerte de sus maridos o algún familiar cercano, Timotea llevaba vestidos de flores de colores o blusones anchos de colores imposibles, alguna vez incluso se tiño el pelo de morado, o rosaceo, porque se equivocó de tinte y se lo quedó porque le parecía que quedaba bien. 
Tenía un don para llorar con lágrimas de cocodrilo, y te hacía chantaje con ellas. En cuanto algo no le venía bien sacaba un pañuelo de la manga que siempre llevaba ahí muy arrugado y empezaba a llorar de la forma mas falsa que nunca he visto, incluso fingía lágrimas de alegría.
Tengo mil historias de mi abuela, que no conoces, Timotea tenía unos genes fuertes que seguro hemos heredado.  Desde luego no es lo que se entiende por una abuela adorable, la verdad es que no, pero era súper divertida, las horas con ella se te pasaban en un momento. Los últimos años de su vida los pasó en nuestros piso de Málaga porque era imposible que estuviera sóla, aunque se quejó cada día de que estaba encerrada y que no la dejábamos hacer nada. Era feliz haciéndonos reír, nos contaba historias de su infancia, chistes verdes y cosas tan divertidas que era divicil aburrirse a su lado.
Nunca pasó desapercibida a nadie que la conociera.
Cada día me acuerdo de ella, no está en los libros de historia, pero si trascenderán sus historias a varias generaciones porque era muy, muy Timotea.


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