Lluvia

La lluvia y yo tenemos una relación amor-odio, que he de reconocer que tira más a  odio que a amor. No me gusta la lluvia, porque cuando llueve todo se complica, hay que buscar los paraguas, los niños tardan siglos en llegar al colegio, nunca encuentro las botas de agua, se me moja el pelo y se me pone en plan estropajo, siempre me olvido de recoger los cojines de la terraza y tardan días en secarse, en fin un desastre. 
Todo quedaría en este odio insignificante sí no fuese porque cuando llueve suelen suceder cosas que me gustan, me gusta ver llover a través del cristal de casa de mi madre y ver pasar la gente con los paraguas, me gusta que el aire huela a humedad, a fresco, me encantan las tardes en casa cuando llueve mucho y dentro se esta secó y calentito, es una pasada cuando por fin decides comprarte botas de agua y piso los charcos con mis hijos, me encantan los gorros de tela de chubasquero, esos que parecen de pescador y sobre todo me
encanta cuando no te lo esperas y te llueve en la playa, me ha pasado muy pocas veces, pero ver llover en la orilla del mar esta en otro nivel, las olas rompiendo en la orilla, de color azul tirando a grisáceo, el cielo completamente cubierto de nubes y zas, comienza a llover y ahora que hago? Pues decido quedarme y mirar, como sí tuviera entradas de primera fila, ver la tormenta en el mar es maravilloso, deberías probarlo. Te encantaría. 
Eso sí, cuando te subes al coche y descubres que tienes los pies mojados, el pantalón lleno de arena y el pelo hecho un asco es cuando te acuerdas de que odias la lluvia. 

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