Sólo un día

Al llegar a la oficina encontró su nombre escrito en una carpeta encima de su mesa, justo al lado del que sería su inseparable compañero de trabajo y enfrente de Amanda, en cuanto levantaba la vista la tenía a ella. - Bienvenido, le dijo y le dedico una sonrisa que no pudo borrar de sus ojos. El primer día de trabajo encontró a su futura mujer y a su mejor amigo, así de un plumazo, él no lo sabía, pero aquel cambio de trabajo fue la mejor decisión que había tomado en años.
Cada vez que levantó la cabeza, en esas primeras horas en la oficina, se encontró a su morena compañera, con esa trenza a un lado, trabajando o preguntándole sí necesitaba algo. Cuando llego a casa cansado de la intensidad del primer día se dio cuenta de que se había enamorado de ella, aquella sonrisa, su pelo, la charla mientras almorzaban, el paseo para tomar un café y la amabilidad de Amanda,  le conquistó, solo un día le bastó para esto.
Le costó mucho, tuvo que aguantar muchos llantos causados por chicos que le hacían sufrír, días tristes porque había quedado a cenar con alguien que no se había presentado, muchos llantos por su estrés laboral, muchas alegrías porque otros hombres le habían correspondido; pero finalmente Amanda un día descubrió una carta, una de tantas que le había dedicado. En esa carta, que no esperaba respuesta alguna, contaba como veía a Amanda desde su silla, como le gustaba su olor al llegar cada mañana, que el mejor momento del día era cuando apagaban ordenadores y se iban andando hacía la parada del autobús, como al lado de Amanda había descubierto que le gustaban otros grupos de música, incluso había aprendido que tipo de corbata usar gracias a sus críticas. Le encantaba escucharla hablar de sus padres, reír con sus amigas y cientos de cosas más, aquella carta que nunca pensó mandar fue la que abrió los ojos a Amanda para enamorarse como nunca lo había hecho.

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